Las protestas que llevaron a miles de monjes a las calles de Myanmar (la antigua Birmania) el pasado septiembre se cobraron ayer una nueva víctima. El activista Win Shue, de 42 años, detenido el pasado día 26, murió durante un interrogatorio a causa de las torturas que le aplicaron, según informó la Asociación para la Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), con base en la vecina Tailandia. La Liga Nacional para la Democracia (LND), que lidera la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi y en la que militaba Win Shue, indicó que las autoridades comunicaron la muerte a la familia.
Para que no quedara constancia de la tortura, las autoridades no entregaron el cuerpo del activista muerto a su familia, sino que se limitaron a comunicarle que "había fallecido y fue incinerado", señala en su web la cadena británica BBC.
La muerte de Win ha desatado el temor por la situación de otros miles de militantes a favor de la democracia, detenidos por la Junta Militar para frenar las manifestaciones que comenzaron como una protesta contra la fuerte subida del gasóleo.
Centenares de monjes budistas puestos en libertad ayer relataron el horror que han vivido desde que fueron detenidos. Durante más de una semana les retuvieron en el Instituto Técnico Gubernamental, un edificio situado al norte de Yangon (la antigua Rangún), les golpearon, les encerraron hacinados en un local sin agua para beber ni servicios para realizar sus necesidades fisiológicas y les quitaron sus hábitos. "Ya nos sois monjes. Sois hombres ordinarios con la cabeza rapada", les gritó uno de sus interrogadores.
Los religiosos se colocaron al lado de la población, que pedía que no se levantaran las subvenciones al gasóleo, ante las crecientes dificultades económicas que viven los birmanos, cuyos magros salarios se han deteriorado por la creciente inflación. Según un reciente informe de Naciones Unidas, el 36% de los 47 millones de birmanos vive por debajo del nivel de la pobreza.
Con un 89% de budistas, los monjes gozan de una gran influencia en el país. De ahí que su apoyo a las protestas supusiera el mayor golpe sufrido por esta Junta Militar desde que se hizo con el poder en 1988, tras la dictadura de Ne Win.
Mientras, el régimen que dirige el general Than Shwe acusó de nuevo ayer a las grandes potencias occidentales y a la prensa internacional de fomentar las manifestaciones, cuya represión causó oficialmente 14 muertos, aunque la oposición aumenta la cifra hasta los 200. En un comentario publicado por el diario oficial Nueva Luz de Myanmar, se describe a los manifestantes como "títeres de los países extranjeros puestos en escena mediante una obra escrita por sus maestros extranjeros".
Para que no quedara constancia de la tortura, las autoridades no entregaron el cuerpo del activista muerto a su familia, sino que se limitaron a comunicarle que "había fallecido y fue incinerado", señala en su web la cadena británica BBC.
La muerte de Win ha desatado el temor por la situación de otros miles de militantes a favor de la democracia, detenidos por la Junta Militar para frenar las manifestaciones que comenzaron como una protesta contra la fuerte subida del gasóleo.
Centenares de monjes budistas puestos en libertad ayer relataron el horror que han vivido desde que fueron detenidos. Durante más de una semana les retuvieron en el Instituto Técnico Gubernamental, un edificio situado al norte de Yangon (la antigua Rangún), les golpearon, les encerraron hacinados en un local sin agua para beber ni servicios para realizar sus necesidades fisiológicas y les quitaron sus hábitos. "Ya nos sois monjes. Sois hombres ordinarios con la cabeza rapada", les gritó uno de sus interrogadores.
Los religiosos se colocaron al lado de la población, que pedía que no se levantaran las subvenciones al gasóleo, ante las crecientes dificultades económicas que viven los birmanos, cuyos magros salarios se han deteriorado por la creciente inflación. Según un reciente informe de Naciones Unidas, el 36% de los 47 millones de birmanos vive por debajo del nivel de la pobreza.
Con un 89% de budistas, los monjes gozan de una gran influencia en el país. De ahí que su apoyo a las protestas supusiera el mayor golpe sufrido por esta Junta Militar desde que se hizo con el poder en 1988, tras la dictadura de Ne Win.
Mientras, el régimen que dirige el general Than Shwe acusó de nuevo ayer a las grandes potencias occidentales y a la prensa internacional de fomentar las manifestaciones, cuya represión causó oficialmente 14 muertos, aunque la oposición aumenta la cifra hasta los 200. En un comentario publicado por el diario oficial Nueva Luz de Myanmar, se describe a los manifestantes como "títeres de los países extranjeros puestos en escena mediante una obra escrita por sus maestros extranjeros".
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